EXTINCION DE INCENDIOS CON AGUA NEBULIZADA

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El uso de agua nebulizada para extinción de incendios se realiza por primera vez en los años 50 en Estados Unidos, desarrollándose durante los años 60 y 70. En 1980 se utiliza por primera vez en submarinos, y en 1984 se comienza a estudiar su utilización en aviones.

Hasta el año 1987 en el que se firma el Protocolo de Montreal, la mayor parte de los sistemas fijos de extinción mediante gases estaban formados por halones, que son inhibidores químicos de la combustión, y que han demostrado ser adecuados en su aplicación sobre elementos con tensión eléctrica y sobre sistemas electrónicos, ven prohibida su fabricación en los países firmantes del citado Protocolo, al ser considerados productos que agotan la capa de ozono. Es entonces cuando surge una clara alternativa a estos gases por parte del agua nebulizada, que dispone de los beneficios de los halones, presentando además una total inocuidad para las personas, y un daño medioambiental totalmente nulo.

Los sistemas de extinción de incendios por agua nebulizada emplean como gente extintor agua natural a alta presión y está basado en la alta pulverización del agua utilizada, lo que optimiza los efectos de enfriamiento, atenuación del calor radiante y desplazamiento del oxígeno en la base del fuego. Las pequeñas gotas de agua ofrecen una amplia superficie total de absorción de calor, permitiendo así un eficaz enfriamiento de la zona del incendio y sus alrededores. La alta velocidad de las gotas hace que la niebla pueda penetrar en el conjunto de gases calientes y alcance la superficie de combustión, incluso en fuegos grandes y resguardados de la acción directa de la descarga. Un alto porcentaje de estas gotas pequeñas pasa a estado gaseoso, retirando del combustible el calor necesario para su evaporación y desplazando al oxigeno de la base del fuego. (El agua aumenta unas mil setecientas veces de volumen al evaporarse).

Este proceso de vaporización enfría y sofoca la reacción de combustión, reduciendo la emisión de los vapores inflamables, y finalmente produciendo la extinción.